DISCURSOS DIVINOS SOBRE EL BHAGAVAD GITA Por Sri Sathya Sai Baba Recuerden al Señor – Olvídense del mundo

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DISCURSOS DIVINOS SOBRE EL BHAGAVAD GITA

Por Sri Sathya Sai Baba

Recuerden al Señor – Olvídense del mundo

De todas las valiosas cosas del mundo, la más preciosa es el tiempo. Cada cual puede pensar para sí mismo respecto a cómo estamos empleando este precioso recurso. El deber primordial del hombre es el ofrecer su cuerpo, su trabajo y su tiempo al Señor, quien es la encarnación misma del tiempo.

El tiempo que ha pasado se ha perdido para siempre. La salud que a veces se desperdicia y se pierde, puede recuperarse con ayuda de las medicinas, pero para el tiempo que se ha malgastado no hay forma alguna de hacerlo volver para emplearlo de nuevo. Debemos poner todo nuestro empeño para usar correctamente este tiempo tan valioso. El tiempo es infinito y sigue adelante eternamente. Y el tiempo que se nos otorga no es sino una fracción infinitesimal de ese tiempo. Desperdiciamos nuestra vida creyendo que el mundo fenoménico es verdadero y, en consecuencia, gastamos nuestro limitado tiempo para disfrutar de los placeres del mundo fenoménico.

Si reflexionamos, aunque sea por unos instantes, en lo que hemos logrado y en la forma en que empleamos nuestro tiempo, lamentaremos no haberlo utilizado de mejor manera. Cuando nace una persona, clama «Koham, Koham», ¿Quién soy yo? Si malgastamos toda nuestra vida sólo para mantener nuestra existencia física, ¿cuándo llegaremos a entender quiénes somos realmente? En nuestra vida hay un significado bastante más profundo que el mero cuidado del cuerpo. Debemos iniciar nuestra vida con el «¿Koham?», ¿Quién soy yo?, y deberíamos terminarla con «¡Soham!», ¡Yo soy Aquello! Uno debe llegar a reconocer que, en sí mismo es la Divinidad y, de ese modo, concluir su vida en Prashanti, la Paz suprema. Desgraciadamente, el hombre pone toda su atención en los goces que puede tener en el presente, y no piensa en lo que sucederá más adelante. Se ha estado concentrando en obtener resultados inmediatos de sus acciones actuales, mas no ha pensado nunca en las consecuencias que se producirán en el futuro.

Malgastamos nuestro tiempo, sin pensar en el perjuicio que podríamos sufrir en el futuro. No podemos saber en qué momento, en qué lugar y bajo qué circunstancias puede presentarse el peligro en nuestro camino. Es por ello que debemos santificar ahora el tiempo del que disponemos, usarlo adecuadamente, reconociendo lo sagrado y precioso que es.

Puede que estemos preparados para ofrecer millones de dólares por la compra de lo que sea que se nos ponga por delante, mas no hay suma alguna de dinero que pueda comprar la recuperación del tiempo que ya ha pasado. La juventud es el período más precioso y más sagrado de la vida humana. Ella nos ofrece la dorada oportunidad de utilizar correctamente nuestro tiempo y de santificar nuestra vida. En la vida humana, al igual que las aguas que corren en un río, la época de la juventud no puede hacerse retornar. La juventud actual debería reconocer este hecho y emplear su tiempo de manera correcta, así llegarán a ganar la plenitud en la vida. Vivan sus vidas reconociendo la importancia del tiempo y manteniéndose conscientes de los muchos aspectos de la rueda del tiempo. Piensen anticipadamente en lo que pueda ocurrir en el futuro, manteniendo siempre a la vista la meta de vuestras vidas.

En el capítulo sobre el Bhakti Yoga del Gita, se dice que el tiempo es el elemento más importante de la vida de una persona. El Gita Acharya ha enseñado que incluso aunque no lleguen a desarrollar un alto sentido del desapego, si pueden llevar a cabo todos sus trabajos y deberes como formas de culto, ofreciéndole todo al Señor, llegarán a alcanzar la plenitud de sus vidas. Él le dijo a Arjuna: «Arjuna, cumple con tu deber. Cuando debas luchar, lucha. Pero lucha pensando en Mí, ya que de ese modo no será pecado. Si Me has ofrecido todo y Me tienes firmemente afincado en tu corazón, no sufrirás ninguna de las consecuencias de tus acciones. No se te pide que te retires a la foresta para llevar a cabo penitencias y Tapas, ni que te dediques al Sannyãsa renunciando a todas tus relaciones. No tienes necesidad de renunciar a tu familia ni a tu hogar ni a todas tus propiedades. Todo lo que veas, todo lo que digas, todo lo que oigas, todo lo que pienses, todo lo que hagas, hazlo como trabajo Mío y ofrécemelo. Ofréceme tu mente y tu inteligencia. Esta es la manera adecuada de santificar tu tiempo. Si conduces así tu vida, no tendrás que hacerle frente a problema alguno».

Lamentablemente, uno no encuentra en el hombre de hoy esta capacidad de renunciación y esta firmeza de propósito y de fe, como para ofrecerle su mente y su intelecto a Dios. Sin embargo, debemos desarrollar esta fe. La gente educada de hoy, el ciudadano actual, carece de una visión empapada en fe. Nadie puede albergar la esperanza de poder prever, en base a sus propias acciones, en base a sus méritos y desmerecimientos, el tipo de vida que le espera en el futuro, en qué circunstancias o en qué lugar en particular se va a encontrar. Nadie, salvo el Señor, puede saber estas cosas. Él lo sabe. Si ustedes renuncian a todo, Él les protegerá en cualquier situación. Un devoto ha de desarrollar firmeza y fortaleza mental. Cualquiera sea el trabajo que hagan, deben contar con una fuerte determinación y una resolución firme. Sin ello no podrán lograr ni lo más ínfimo.

Debemos establecer al Señor en nuestro corazón y decirle: «Bien, querido Señor. Resides en el Universo todo, mas, no obstante, estás en mi corazón, y haciendo uso de todos mis poderes Te mantendré allí. Cierto es que Tú eres lo más grande de lo grande, mas eres también lo más pequeño de lo pequeño. Y en aquella pequeña forma resides en mi corazón». Si tenemos una fe así de fuerte en nosotros, y una fuerte determinación para establecer a Dios en el sitial de nuestro corazón, Le alcanzaremos ciertamente.

Un cierto rey llamado Bhagiratha, logró que el Ganges fluyera desde Kailash a la tierra, debido a que tenía una tal firmeza y determinación y a que había hecho la promesa de ayudar a sus antepasados a alcanzar el Cielo. También Gautama Buda fue capaz de alcanzar el Nirvana mediante una firme determinación y mucha penitencia. Un buen día, habiéndose enterado que Buda estaba pidiendo limosna, su padre le mandó un mensaje diciendo: «Oh hijo mío, mis abuelos fueron emperadores y reyes, y también lo fue mi padre, también yo soy rey, así como lo eres tú. He llegado a saber que tú, un rey, descendiente de tan ilustre linaje, has estado mendigando alimento. No hay carencia de bienes o de riquezas en este reino, ni falta de lujos. Puedes tener todo lo que quieras.

Sufro de indecible dolor desde que supe que tú, que puedes gozar de todos los lujos, de deliciosos alimentos y de las comodidades de un palacio real, te has dedicado a mendigar, que duermes sobre el duro suelo y que llevas la incómoda vida de un mendigo. Por favor, retorna al palacio. Te daré la bienvenida y lo arreglaré todo para tu regreso. Si lo haces, hasta el reino será tuyo».

Buda quien escuchó todo ello con absoluto desapego, le contestó a la persona que trajo el mensaje: «Por favor, dile al rey: Si, mi abuelo fue rey, mi padre es un rey y yo también lo fui. Mas ahora soy un Sannyasi y creo que mis padres reales son Sannyasis y que también lo fueron mis ancestros.

Si quieres que regrese, tendrás que responder primero a estas preguntas: ¿Tienes el poder de salvarme de la muerte? ¿Puedes garantizarme una salud perfecta? ¿Tienes la capacidad de evitar que se abatan sobre mí la vejez y la senilidad? ¿Tienes la capacidad de mantener alejadas de mí las enfermedades y de prevenir que me sobrevenga algún mal? ¿Tienes el poder de liberarme de todos estos males? Si me puedes dar las respuestas correctas, regresaré de inmediato al palacio.»

Se dice que el nacimiento es triste, que también es triste la vida como así mismo el final. Por ello debemos ser extremadamente cuidadosos. Buda le contestó de manera correcta a su padre, porque, después de haber visto todas las tristezas de la vida y después de haber visto sufrir a tanta gente, uno no puede continuar solazándose en la ignorancia y la ilusión. Ello sería una absoluta estupidez. En el limitado tiempo de que disponemos, debemos darnos cuenta de nuestra propia verdad y descubrir nuestra real naturaleza. Esta es la meta y el objetivo más importante de la vida. Nuestro cuerpo se compone de cinco elementos y, algún día, perecerá.

El Residente en nuestro cuerpo es la única entidad permanente. Cuando inquirimos en la verdad, nos daremos cuenta que no hay nada que signifique vejez o muerte para el Yo residente en nuestro interior. Si podemos llegar a entender que este Residente es Dios, habríamos llegado a conocer la verdad.

Cuando expresan «esto es mío», están declarando que son diferentes de aquello que señalan como vuestro. Cuando dicen ‘este es mi pañuelo’, afirman vuestra condición de ser diferentes del pañuelo. De modo que con esta expresión, el pañuelo está disociado de su dueño. Cuando dicen «este es mi cuerpo», significa que dan lugar a que sea algo distinto y separado del cuerpo. El cuerpo se les ha otorgado para que tengan la oportunidad de realizar lo que verdaderamente son, para que puedan reconocer a su Residente interno. Sin un cuerpo, no tendrían la posibilidad de conocerlo a Él, no podrían llevar a cabo actividad alguna ni seguir ningún Karma. Todos los Karmas no pueden sino llevarse a cabo con la ayuda del cuerpo. Nuestro cuerpo está compuesto por los cinco Karma-Indriyas, los cinco Jnana lndriyas, los cinco Pranas y las cinco Koshas. De modo que el cuerpo consiste de veinte principios. Si suman a ellos la mente, el intelecto, el corazón y el ego, vemos que con el Atma residente se llega a un total de 25 principios, los que conforman a un individuo. El conocimiento del cuerpo y del Espíritu que reside dentro de él, se conoce como Samkhya.

Los necios que nacen en Mãyã (ilusión) y crecen en Mãyã, jamás lo reconocen por lo que es. Todo el mundo es Mãyã, todo apego es Mãyã, la vida familiar es Mãyã, la muerte es Mãyã, todo lo que ven y piensan es Mãyã. Esta vida misma, es Mãyã.

¿En dónde están todos esos reyes y emperadores y todas esas personas que se sentían tan orgullosas de sus logros? Todos han sido desmenuzados por las ruedas del tiempo. Días, meses, años y yugas se han fundido unos en otros. El tiempo es un continuo fluir, y en este fluir son arrastrados todos, todo objeto y toda persona.

El único pilar que el tiempo no puede arrastrar consigo y que puede cuidar de todos es el Señor. Solamente Él puede proteger a cada ser. El representa el único embalse para este río del tiempo. Este es el secreto de la vida. Y aquel que reconoce este secreto es un ser humano verdadero. Este es el gran principio de la humanidad. La forma correcta de gozar de la vida es el creer en el Señor y aferrarse a Él y no creer en el mundo desechando nuestro apego a él.

De modo que, en primer término, no deberíamos olvidarnos del Señor. En segundo término, no deberíamos creer en el mundo y, en tercer lugar, no deberíamos tenerle miedo a la muerte, estos representan los tres principios más importantes de la vida.

El Bhakti Yoga enseñó las características y atributos de un verdadero devoto. Un devoto verdadero deberá presentar 64 cualidades, mas resulta imposible para cualquier individuo aislado tener todos estos atributos. Si podemos llevar a la práctica uno de estos 64 atributos, ello será suficiente. Uno debería tener una fe inconmovible en el Señor. Si puede mantener esta firme fe en Él, no requerirá de nada más. En una caja de cerillas puede haber 50 de ellas. Si desean fuego, bastará con que froten una, no será necesario que utilicen las 50 que contiene la caja. De manera similar, de estos 64 atributos, bastará con que uno solo se practique a la perfección. El más importante de los atributos es Prema. Swami ha dicho a menudo: «El Amor es Dios y Dios es Amor. Vivan en el Amor». Si uno vive en el amor y gracias a ello llega a estar inmerso en la Divinidad, el Señor se hará cargo de todo lo demás. «Cuando tienen este tipo de devoción, Me son caros» declaró el Señor Krishna. El Bhakti no consiste en las formalidades ritualísticas como la adoración, el cantar Bhajans, dedicarse al Japam o al Dhyana. Se refiere a esta profunda fe en el Señor.

Existen cuatro tipos de devotos: el Arthi, el Arthãrthi, el Jijnasu y el Jnani. El Arthi se refiere a aquel que le reza al Señor cuando tiene dificultades o sufre pruebas o tribulaciones; sólo en esos momentos se acuerda del Señor y le reza. El segundo tipo de devoto es el Arthãrthi. Este es aquel que le implora al Señor para obtener posición y poder, pedirle progenie y larga vida y la obtención de diferentes manifestaciones de riqueza, como propiedades, bienes, ganado, oro, dinero y cosas por el estilo: estos son los principales intereses del Arthãrthi. No obstante, nuestra verdadera riqueza la constituye la sabiduría, nuestros bienes los representa la buena conducta y el carácter es nuestra posesión más valiosa. Apetecemos los groseros objetos del mundo, sin darnos cuenta del sutil significado y sentido de lo que representan. El tercer tipo de devoto es el Jijnasu. Este está siempre ocupado en inquirir en los principios de la espiritualidad. ¿En dónde está Dios? ¿Quién es Dios? Cuál es nuestra relación? ¿Quién soy yo? Todas estas indagaciones constituyen el Tattva Jnana, el principio del conocimiento espiritual. En primer lugar debemos descubrir ¿Quién soy yo? ¿De dónde provino este mundo? ¿Cuál es mi meta? Los tres son factores importantes. El Jijnasu trata de comprender estos tres aspectos acercándose a las grandes personas, escuchando y sirviéndolas, o estudiando las escrituras.

Ese paso inicial del prestar oído, que constituye un conocimiento indirecto, debe ser seguido por el observar, que constituye el conocimiento directo. Cuando ha llegado a absorber plenamente en sí las enseñanzas, abandona la etapa del Jijnasu y pasa a la del Jnana. ¿A qué se refiere Jnana? ¿Representa al conocimiento secular? No. Ello implicaría únicamente el conocimiento del mundo. Eso no es Jnana que es el verdadero conocimiento espiritual, el tipo de conocimiento trascendental. Jnana es sabiduría; se refiere a la experiencia de la Unidad, la experiencia del Uno sin Segundo. El experimentar cosas que son solamente externas, producirá sufrimiento.

Aquí viene una historia que ilustra los cuatro tipos de devoción que se han enumerado. Había una vez un hombre acaudalado que tenía cuatro esposas. Tuvo que viajar al extranjero por un asunto importante, y pasó algunos meses fuera. Antes de volver a casa, le escribió una carta a cada una de sus esposas. En ella mencionaba que estaría de regreso en algunas semanas y les pedía que, si había algo que desearan de ese país en particular, le hicieran llegar una lista y él les traería todo lo que quisieran. La cuarta mujer era la menor y, siendo una jovencita, tenía muchos deseos. Le escribió: «Querido Señor, por favor tráeme joyas finas, saris y los artículos que estén de última moda por allá». Al recibir la misiva, el marido arregló de inmediato para conseguir lo que le pedía. La tercera mujer era infeliz, se trataba de una mujer de mala salud. De modo que sólo mandó una lista de medicamentos, explicando que su salud no estaba de todo bien y que le gustaría tener algunos remedios extranjeros para probar si la hacían sentirse mejor.

La segunda mujer tenía ciertas aspiraciones e inclinaciones espirituales. Ella le escribió solicitándole algunos libros que pudieran existir en aquel país sobre la vida de grandes hombres, santos y almas esclarecidas, pidiéndole que se los trajera. La primera mujer escribió: «Queridísimo, no necesito nada. Estaré muy feliz con el solo hecho de que vuelvas sano y salvo». Todo lo que le habían pedido, el marido lo trajo. Para su cuarta mujer, la más joven, el marido trajo joyas y bellos saris. Para la tercera, trajo los últimos medicamentos y tónicos. Para la segunda, trajo bellos ejemplares de las escrituras y otros libros sagrados. Y luego se fue para estar junto a su primera mujer la que sólo lo quería a él y nada más. Las otras tres sintieron celos de la primera, debido a que el marido había ido a quedarse con ella. «¿Qué significa ésto?» – se preguntaron – «Después de todo el tiempo que ha estado fuera, no ha venido ni una sola vez a visitarnos. ¡Vamos a preguntarle cual es la razón que tiene para no hacerlo!» El marido les respondió: «Le he dado a cada una de ustedes exactamente lo que me pidió. Una me pidió las mejores joyas, y las traje. Otra pidió medicamentos, y los traje. Otra me pidió libros sagrados, y le entregué los libros. Mas una de ustedes me quería a mí, y ahora ella me tiene!»

Este marido es el Señor mismo y las cuatro mujeres pueden compararse a los cuatro tipos de devotos. El Señor siempre les dará aquello que pidan. Y cualquiera que no pida sino al Señor, Él vendrá y residirá en su corazón. Dios es el árbol de los deseos cumplidos. Dios es la vaca celestial. Responderá a los pedidos de todos. Es omnisciente y omnipresente. De hecho, este mundo mismo puede ser comparado con el árbol que concede los deseos. A través de este mundo es que el Señor satisface a todos, cualesquiera sean sus deseos. Mas el hombre no ha reconocido este hecho.

El mundo entero es una creación de Dios y está penetrado de Su Voluntad. Dios está en todas partes. No guarden malos pensamientos para nadie. Mantengan un completo control sobre sus sentidos y alberguen sólo buenos pensamientos. No importa si somos viejos o jóvenes, deberíamos tener sólo buenos pensamientos y llevar una buena vida. Este es el verdadero significado de «humanidad». La palabra Nara que significa hombre, representa aquello que no puede ser destruido, sino que retornará al Señor. «Ra» se refiere a la destrucción. «Nara» significa el que no será destruido. Él es el hijo de la Inmortalidad. Y es así que los Upanishads han declarado: «No eres una criatura mortal, tu esencia es inmortal». Al hombre también se le llama Manava. «Ma» se refiere a la ignorancia «Na» se refiere a no y «Va», a la conducta. Significa aquel que se conduce sin mostrar ignorancia. Mas hoy en día todos se comportan de manera estúpida. Carecemos de todo sentido apropiado para el término «hombre».

Se dice que «la muerte es más dulce que la ceguera de la ignorancia». Debemos lograr que la ignorancia se torne en un factor distante, por medio de la adquisición de la sabiduría. Si quieren alejar la oscuridad deben traer la luz. Si quieren lograr la sabiduría, deben ganarse la Gracia de Dios. Una vez que hayan ganado la Gracia, vuestra ignorancia será arrasada. Thyagaraja dijo: «Rama, si tengo Tu Gracia, ¿qué pueden hacerme estos planetas?» La vida del hombre se basa sobre los seis enemigos: lujuria, orgullo, ira, codicia, envidia y egoísmo; su vida se fundamenta por completo en la Gracia del Señor. Debido a ello debemos pensar en profundidad y tratar de entender este principio de la sabiduría, y aspirar a ganar la Gracia de Dios. De ese modo estaríamos estableciendo un ejemplo para todo el mundo. Recuerden esto: En todo lugar y en cualquier circunstancia, piensen siempre en el Señor. No hay mayor Sadhana que este en la era de Kali. Ocúpense en la repetición constante del sagrado nombre del Señor.

Fuente: Extracto del Discurso Divino pronunciado por Bhagavan el 18/8/1984