La ciencia de lo real y lo irreal
en el Sanatana Dharma
por Sadgurú Sri Madhusudan Sai
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Sri Adi Shankaracharya, uno de los principales filósofos del siglo VIII DC, que propuso la suprema filosofía del advaita, dijo que hay solo uno, sin un segundo. Ese uno es Brahman, o la Divinidad, lo único que existe. Todo lo demás que se percibe como realidad no es más que una ilusión.
ślokārdhena pravakṣāmi yaduktaṃ grantha kotibhiḥ
brahma satyam jagan-mithyā jīvo-brahmaiva nāparaḥ
Significado: “En medio verso te diré lo que se ha dicho en millones de textos. Brahman, o la consciencia divina, es real; el mundo que percibimos como real es solo una ilusión. El jiva o la consciencia individual no es nada más que Brahman, la consciencia divina”.
Un racionalista puede descartar esta verdad upanishádica como una mera declaración filosófica, diciendo que es absolutamente cierto y real lo que experimentamos a través de los sentidos y de la mente. Para los racionalistas, convendrá que examinemos el trabajo de tres físicos: Alain Aspect, John F. Clauser y Anton Zeilinger, quienes compartieron el Premio Nobel de 2022 en el campo de la física cuántica.
Las disquisiciones sobre la física cuántica ya han estado de moda durante más de un siglo. En ellas se infiere que la realidad percibida no es real, sino que depende del observador. En otras palabras, esto significaría que el mundo tal como lo vemos es como es, solo porque lo vemos así. Sin el observador, lo visto no es real. Hubo una discusión entre Bohr y Einstein sobre la percepción de la realidad, y se les preguntó “¿Creen realmente que la luna no existe cuando no la miramos?” . Einstein respondió que la luna existe aunque no la miremos. Sin embargo, Bohr creía que nunca podemos obtener un panorama completo de la realidad física, y por lo tanto, no sabemos si la luna existe cuando no la miramos. En los años subsiguientes, la teoría cuántica probó que Bohr tenía razón.
Un siglo de idas y venidas con las discusiones, y varios experimentos, condujeron a la conclusión de que el universo entero está conectado de alguna manera, y que lo observado depende de la percepción del observador. El estudio sobre física cuántica para el Premio Nobel de 2022, por los tres físicos mencionados más arriba, que consistió en experimentos con fotones entrelazados, estableció la violación de las desigualdades de Bell y fue pionero en la informática cuántica. Con esto cayó al suelo la fe en ciertas “variables ocultas” (la esperanza de los “ateos cuánticos”), que se suponía causaban conexiones telepáticas entre las cosas en el universo. Ahora está establecido que las cosas en el universo están conectadas de un modo misterioso.
Esto es exactamente lo que dijo hace mucho tiempo Adi Shankaracharya: que en los muchos hay solo uno, ekātma sarvabhūtāntarātma. El Señor Krishna declaró en el Bhagavad Gita:
kṣetra-jñaṁ cāpi māṁ viddhi sarva-kṣetreṣu bhārata, que significa “debes saber que solo Yo soy el conocedor de todo lo conocido”. Los Upanishads llaman a esto prajñanam o la consciencia, y declaran que la consciencia es la fuerza unificadora que no tiene forma ni nombre, y sin embargo nos hace a todos conocedores de todo.
El Kathopanishad dice: tameva bhāntamanubhāti sarvam, tasya bhāsā sarvamidaṃ vibhāti, es decir: “Es lo único que lo ilumina todo con su brillo, y todo brilla en su luz”.
Somos conscientes de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro intelecto a través del poder de la consciencia, que es independiente del complejo cuerpo-mente y es el mismo en todos, incluyendo las cosas no sintientes.
Lo explicaré con el ejemplo de un sueño, en el cual la persona que sueña observa todas las cosas y las personas dentro del sueño. El sueño parece real para el soñador, y dentro del mismo parecen reales todas las cosas: el paisaje urbano, la gente, sus emociones y comportamiento, las vistas, sonidos, olores, sabores y texturas. Resumiendo, toda la experiencia del sueño parece tan real que es casi imposible rechazarlo como irreal. Cuanto más detallado es el sueño, más real y convincente parece ser. Su irrealidad solo se comprende al despertar. Luego, la realidad del sueño depende del soñador, no tiene una existencia aparte del soñador. ¿No suena esto como la teoría de la mecánica cuántica?
De este modo, Sri Adi Shankaracharya enseñó la filosofía adváitica de la unidad de toda la existencia, como la consciencia que es consciente de todas las cosas. Todo existe en esa consciencia, solo como modificaciones de esa consciencia, justamente como las personas, los lugares, las cosas y los sucesos en un sueño, que están hechos a partir de la capacidad del soñador para soñar. Mientras ocurre el sueño, el soñador es inafectado, y de hecho, es un observador, no un participante en el sueño. Solo la consciencia del soñador está presente en la consciencia de todas las personas dentro del mundo de los sueños; ninguna de ellas tiene una consciencia individual separada. Esta es la idea del advaita vedanta, que se refleja en la teoría de la mecánica cuántica, la cual habla de la interconexión de todo, y de cómo lo observado depende del observador.
Adi Shankara dice: viṣwaṃ tyaktvā swapna vicāram: “Abandona el apego al mundo, como que se trata de un sueño”. Este mundo es maya, que significa “aquello que no es”, yā mā sā māyā. No nos hacemos ricos si ganamos la lotería en un sueño, ni pobres porque nos roben el dinero en un sueño. Sin embargo, es difícil creer que sea irreal el mundo que experimentamos de modo tan convincente; en consecuencia, nos rehusamos a aceptar el advaita vedanta como la verdad. Sin embargo, una mayor introspección y orientación por parte de un ser realizado nos ayuda a conocer la verdad y a no quedar enredados en el mundo de personas irreales y cosas irreales.
El rey Janaka despertó de una pesadilla y preguntó cuál era el sueño, si esto era el sueño o aquello era el sueño. ¿Cuál es el sueño, cuál es la realidad?, era su pregunta. Ashtavakra, el joven maestro realizado, enseñó a Janaka que ni aquello era real ni esto es real, sino que quien estuvo en ambos, el observador, es lo único real.
El muṇḍaka upaniṣad dice que quien conoce “aquello”, es decir al testigo o la consciencia que lo ilumina todo, se convierte en un hombre de pocas palabras y se deleita interior y exteriormente en la dicha de este conocimiento, mientras permanece activo en el “mundo irreal”, sin apegarse ni enredarse con él. Alguien así es el más grande conocedor de la verdad.
La ciencia se va aproximando al descubrimiento que los sabios hicieron hace mucho tiempo. Sin embargo, debido a su naturaleza misma, este supremo conocimiento no puede ser percibido por los instrumentos materiales; por lo tanto, la ciencia puede llegar solo hasta cierto punto y no más allá. El rishi en el kenopanishad expresa su incapacidad para explicar esta suprema verdad a sus discípulos, cuando dice:
na tatra cakṣurgacchati na vāggacchati no man
na vidmo na vijānīmo yathaitadanuśiṣyāt |
anyadeva tadviditādatho aviditādadhi |
iti śuśruma pūrveṣāṁ ye nastadvyācacakṣire
Significado: “Allí no viaja la vista, la palabra ni la mente. No la conocemos (mediante los sentidos), ni podemos saber cómo enseñarla; es otra y no lo conocido; está por encima de lo desconocido. Esto es lo que hemos oído de los antiguos sabios que así nos dijeron”.
¿Podemos depositar en el banco el dinero de la lotería que ganamos en el sueño? En cierto sentido, es real que ganamos la lotería; en otro sentido, no lo es. Al conocer la naturaleza irreal del mundo, somos liberados del apego al mundo, y de ese modo nos establecemos en la serena consciencia que lo ve todo como un testigo, y no reacciona. Tal persona alcanza lo supremo, dicen los Upanishads.
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