ISA – por Sri Sathya Sai Baba – 25/12/1978

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ISA

por Sri Sathya Sai Baba

Prashanti Nilayam, 25/12/1978

Navidad

Los seguidores de cada religión acuden en su propia forma y estilo al Dios único, que es Omnipresente. Es el mismo Dios que da a toda la humanidad salud, prosperidad, paz y felicidad. ¡Ninguna religión tiene un Dios separado, que prodiga Su gracia sobre los que declaran que siguen esa fe! Es el destino del hombre viajar de la humanidad a la divinidad, como ya ha viajado desde la animalidad. En este peregrinaje está sujeto a encontrar varios obstáculos y pruebas. Para allanar su camino y ayudarlo a vencer estos problemas, los sabios, profetas, almas realizadas, personalidades divinas y encarnaciones de Dios aparecen entre los hombres e iluminan el camino. Se mueven entre los afligidos, los buscadores que han perdido su rumbo o los que se han extraviado en el desierto, y los guían hacia la confianza y el valor. Ciertas personalidades nacen y viven para este solo propósito. Se les puede llamar karana janmas porque toman janma o nacimiento para una causa o propósito (karana). Estos guías y líderes ejemplares aparecen entre todos los pueblos y en todos los lugares. Inspiran fe en los ideales más altos y enseñan con la voz de Dios, aconsejando desde el corazón.

Jesús fue un karana janma, un maestro que nació con un propósito: restablecer el amor, la caridad y la compasión en el corazón del hombre. No tenía ningún apego al yo; nunca le prestó atención a la tristeza o al dolor, a la alegría o a la ganancia; tenía un corazón que respondía al llamado de la angustia. Anduvo por la tierra predicando la lección del amor. Su vida fue una ofrenda para la elevación de la humanidad.

Como la mayoría de los buscadores, él primero buscó la Divinidad en el mundo objetivo, pero pronto se dio cuenta de que la naturaleza es un cuadro caleidoscópico creado por la propia imaginación, y entonces inquirió sobre Dios dentro de sí. Su estadía en los monasterios de los Himalayas, en Kashmir y otros centros de ascetismo e indagación filosófica de Oriente, expandió su conciencia. Después de regresar de Oriente, su afirmación de que era un mensajero de Dios cambió a la de ser el hijo de Dios. El vínculo se fortaleció: el ser ya no era alguna luz o entidad distante, la luz se volvió una parte del ser. Cuando predominaba la conciencia del cuerpo, fue un mensajero. Con la conciencia del corazón en ascenso, se sintió cercano y querido, y así, en esta etapa, el vínculo padre-hijo parece natural. Después, a medida que se afirmo la conciencia del Alma, Jesús pudo declarar: «Yo y mi Padre somos Uno». Estos tres estadios pueden describirse como: «Estoy en la luz, la luz está en mí y Yo soy la luz». Pueden compararse con las etapas de dvaita, vishistadvaita y advaita descriptas en la filosofía hindú. La etapa final ocurre cuando desaparece todo rasgo de dualidad. Ésta es la esencia de todas las enseñanzas y disciplinas religiosas.

Jesús fue honrado por el pueblo como el Cristo, porque en sus pensamientos, palabras y acciones no encontraron ningún indicio de ego. No tenía envidia ni odio; estaba lleno de amor y caridad, humildad y benevolencia. El mismo nombre, Jesús, no es original. A él lo llamaban Isa, que al invertir las letras se convierte en Sai. Isa o Sai, ambos significan Iswara, Dios, el Eterno Absoluto, Sat Chit Ananda (Ser-Conciencia-Bienaventuranza). En el manuscrito tibetano del monasterio donde Isa vivió algunos años, el nombre está escrito como Issa, que significa el Señor de todos los seres vivos.

Cuando Jesús proclamó que era el mensajero de Dios, lo que quería era enfatizar que cada uno es un mensajero de Dios y que tiene que hablar, actuar y pensar como tal. Éste es el verdadero Karma kanda de los Vedas, el sadhana del trabajo, oración, servicio y meditación. Jesús declaró que cuando se progresa en este sentido, cada uno puede reconocer a todos como hijos de Dios, hermanos y hermanas de uno mismo y que por eso deben ser venerados. El Upasana kanda es la escritura de la Sabiduría Eterna que delinea esta etapa. Finalmente, el conocimiento madura para convertirse en sabiduría y se alcanza la meta de Jñana kanda, cuando cada uno se da cuenta de que «yo y mi Padre somos Uno».

El cumpleaños de Jesús debe ser celebrado por toda la humanidad, porque estos karana janmas pertenecen a toda la raza humana; no deben estar limitados a un solo país o una sola comunidad. Jesús encontró que los eruditos y los ritualistas habían oscurecido la verdadera religión. Se dedicó a la enseñanza de la espiritualidad y la moralidad, porque la educación es la luz misma de la vida. Encontró que la gente andaba en busca de cuentas de vidrio, imaginándose que eran diamantes.Visitó los lugares sagrados y descubrió que se habían convertido en mercados donde la gracia estaba siendo negociada y comercializada. Condenó al sacerdocio que toleraba y alentaba estas prácticas. Por todo esto atrajo la ira de los jefes de los templos y monasterios. Ellos tentaron a uno de los discípulos de Jesús con treinta monedas de plata, para que lo traicionara y lo entregara.

A los gobernantes romanos les dijeron que Jesús estaba intentando hacerse pasar por rey y que debía ser castigado por traición. Su insistencia hizo que el gobernador ordenara su crucifixión. Cuando lo estaban clavando en la cruz, escuchó la voz del Padre que le decía: «¡Toda vida es una, mi querido hijo! Sé igual con todos», y pidió que los que lo estaban crucificando fueran perdonados, porque no sabían lo que estaban haciendo. Jesús se sacrificó por el bien de la humanidad.

Los villancicos y las velas, las lecturas de la Biblia y las pastorelas no son suficientes para celebrar el nacimiento de Jesús. Él dijo que el pan comido en la última cena era su cuerpo y que el vino era su sangre. Quiso decir que todos los seres vivos con cuerpo y sangre debían ser tratados como él mismo y que no se hiciera ninguna distinción entre amigo o enemigo, nosotros y ellos. Todos son su cuerpo, sostenidos por el pan; cada gota de sangre que fluye en las venas de todo ser humano es suya, animada por la fuerza que el vino le infunde. Esto quiere decir que todo hombre es divino y tiene que ser tratado como tal.

Por supuesto, hay muchos aspirantes que por su devoción, dedicación y vidas disciplinadas, logran la visión del Uno Omnipresente, Omnipotente y Omnisciente. Están contentos con la bienaventuranza que han ganado para sí mismos. Hay otros que anhelan compartir su bienaventuranza con los que están más allá de su círculo; ellos guían y dirigen y por eso son bendecidos. Enseñan que la multiplicidad es un engaño y que la unidad es la realidad.

Ustedes trabajan como mensajeros o servidores; después, adoran igual que un hijo adora a su padre y, finalmente, logran la sabiduría de que ustedes y Él son uno. Ése es el camino espiritual, y Jesús enseñó el camino en términos precisos. Desde el inicio de su vida anunció que había venido para iluminar el sendero espiritual. Aún cuando era un capullo, emitía fragancia. Tenía la luz dentro de él; si no, ¿cómo podría una pequeña luciérnaga encender una lámpara?

Para que el hombre se eleve, para encumbrar su nivel de conciencia, Dios tiene que encarnar como hombre, tiene que hablarle en su propio estilo y lenguaje, tiene que enseñarle los métodos que puede adoptar y practicar. Los pájaros y las bestias no necesitan encarnaciones divinas como pájaros o bestias para guiarlos, porque no tienen ninguna inclinación a desviarse de su dharma. Sólo el hombre olvida o ignora el objetivo de la vida.

Fuente: Extracto del Discurso Divino dado en Prashanti Nilayam, 25/12/1978.