SAI BABA – LA PRESENCIA VIVIENTE
Padre Charles Ogada
30/8/2016
El Padre Charles Ogada es un sacerdote católico de Nigeria, cuya profunda comprensión del mensaje de Cristo es un testimonio de su vida de constante búsqueda de la Realidad última. Llegó por primera vez a Bhagavan Baba en 2001, una visita que profundizaría su compromiso con su indagación y lo rejuvenecería en su camino hacia el autodescubrimiento. Es el director de un Hogar de Niños en Nigeria, que Swami en la forma Sutil visitó en julio de 2015.
Aquí el Padre Ogada habla durante el Encuentro Nacional de Jóvenes 2016.
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¡Detenido! Sí, todo se detuvo. Mi mundo finalmente se derrumbó. Como la pausa entre dos respiraciones, me perdí en un vacío que me dejó sin aliento. No estaba vivo, pero sabía que tampoco estaba muerto. Aunque mi cuerpo estaba frío y mi mente entumecida, todavía podía sentir una sensación de expansión, como si estuviera flotando fuera del cuerpo. Entonces me di cuenta de que una sombra había envuelto mi ser. Como un cuerpo cortado de su aliento de vida, mi alma había estado suspirando en vano por la fuente de su existencia.
Fue durante el noveno año de mis estudios en un seminario teológico católico que fui a ver a mis profesores y les pregunté si habían encontrado el remedio para la enfermedad de mi alma, pero ninguno tenía la “solución del alma”. En cambio, me dijeron que rezara, ¡pero no pude! ¡Despojado de todo concepto, fui hecho para levantarme sin nada sobre lo que apoyarme! Finalmente, llegué al limite de mis fuerzas y decidí dejar el seminario, pues no podía resistir la prueba. Sabía que esta decisión no iba a resolver mi problema, pero también que ya no podía soportar la carga de la oscuridad.
Fue durante este tiempo crítico que Sai Baba entró en mi vida, como una lámpara que iluminó mis pasos hacia la conciencia del Ser. Sucedió así …
Era 1998 y yo tenía un profesor que enseñaba un curso de religión comparada. Era un anciano sacerdote que parecía fuera de lo común. Durante una disertacion, mencionó el nombre de ‘Sai Baba’ como ejemplo de un Avatar viviente. Sentí sin duda que conocía ese nombre. Incluso cuando escuché el sonido, algo muy extraño sucedió dentro de mí. Era como si las escamas que cubrían mi “yo” interior desaparecieran de repente y pudiera ver los tenues destellos de mi propia refulgencia. Por primera vez, pude respirar – ¡fue un aliento del alma!
Entonces Swami vino a mí en un sueño extraordinario. Él era Luz pura, vestido de un rojo radiante. Con una amplia onda circular de su mano, creó un vórtice de energía que me atrajo hacia Él como un imán divino. Me abrazó y, como un río que se funde en el océano, ¡’yo’ me disolví en Su amor! Más allá de palabras y conceptos, me reveló la Verdad de mí mismo – “YO SOY ÉL. ÉL ES YO. TODOS SOMOS UNO”
Cuando desperté de ese sueño, supe que había conocido esta “energía del Abrazo” desde mi infancia. Era la misma Presencia que me había visitado tan a menudo cuando era un niño de seis años. En esos días, me retiraba a la soledad de la foresta africana, esperando a mi Amigo invisible que invariablemente venía. Aunque no podía verlo físicamente, sabía que había alguien allí. Esta Presencia envolvía todo mi ser con tal gozo y una felicidad tan abrumadora que a menudo me desmayaba y entraba en una conciencia alterada. Como resultado, mis padres estaban preocupados. Me llevaron a diferentes médicos nativos que me sometieron a formas insoportables de exorcismos, porque pensaban que estaba poseído por un espíritu. Esto sucedió hasta que tuve doce años, cuando le rogué a la Presencia que me dejara. Acababa de ser admitido en un internado de secundaria y no quería que mis compañeros se burlaran de mí a causa de esta experiencia, que me hacia desvanecer.
A la edad de diecisiete años, la Presencia reapareció. Acababa de terminar la secundaria y estaba estudiando para ser médico. Ese día en particular, en 1988, estaba solo en el bosque, como era mi costumbre de la infancia. De repente, llegó mi Amigo. Su energía se multiplicó mil veces. Me llenó de una alegría tan explosiva que perdí toda sensación de separación. Mi cuerpo – el sentido limitado de ‘yo’ – desapareció y era uno con todo, como un vórtice de energía giratoria; el cielo, los árboles, los pájaros y las bestias, todo era parte de mí.
Por primera vez, la Presencia me dijo: “¿Qué quieres hacer con esta vida?” Le respondí: “¿Qué más, sino dártela a Ti?” Utilizo las palabras ‘habló’ y ‘respondió’ porque no hay otra manera de describir la corriente de sonido que era sin dimensión y holística – dentro como fuera; arriba, así como abajo. En ese momento todo estaba en armonia, y el interrogador y el interrogado eran Uno.
En consecuencia, en lugar de convertirme en médico, decidí unirme a la Orden Católica de la Hermandad del Espíritu Santo, ya que buscaba un entorno que me permitiera dedicar cada momento de mi vida al amor y al servicio.
Después de once años de entrenamiento, y una eventual ordenación al sacerdocio católico, viajé a la India para ver a mi Amigo. Esto fue en 2001. Allí, en su morada de la Paz, fui atrapado en la red de su forma envolvente, atraído magnéticamente hacia la radiante energía de su Presencia material. Él derramó sobre mí el amor de mil madres, y como un niño, me apegué a la experiencia física de la energía Omnipresente.
Salí de la India ese año sólo en cuerpo, como que mi alma estaba con Él. Paradójicamente, no podía soportar la separación de quien sabía que era inseparable. Al año siguiente, volví como un ciervo almizclero en busca de la fuente de su propia fragancia. Antes de este tiempo, Él solía venir a mí – ahora yo tenía que ir a Él, pero el lugar de reunión era diferente. Empecé a buscarlo fuera de mí mismo, y no pude encontrarlo. Así que, durante mi segundo y subsiguientes viajes, Él me ignoró completamente y mi mundo se detuvo de nuevo.
Lloré y derramé cada gota de lágrima de mi cuerpo, sólo por un reflejo de Su mirada – si las lágrimas pudieran cambiar
su corazón, las mías lo habrían hecho venir corriendo hacia mí. Oculto en las colinas, bajo el árbol de la meditación, me sentaba sollozando con una manta sobre mi cabeza, para que los demás no notaran que estaba derramando lagrimas; pero, como una madre que sabe lo que es mejor para su hijo, no se rindió a mis rabietas.
Durante los siguientes nueve años, me sometió a un crisol de pruebas, que separaron mi alma de toda identificación y me dejaron de pie, una vez más, sin nada sobre qué sostenerme. Acusado de participar en una “sociedad peligrosa”, la iglesia me despojó de todas mis responsabilidades y me dejó sin medios de ingresos y de sustento. Abandonado por los amigos, no había nadie que me consolara o aconsejara. Privado de mi nombre sacerdotal y de mi prestigio, mi ego fue incinerado en el fuego de su propio combustible. Solo y sin hogar, vagaba como un loco sin propósito ni destino. Swami rompió mi corazón en pedazos hasta que no hubo muros que obstruyeran Su luz. En Su fuego abrasador fui quemado – pero desconocía que era Su amor. Me destruyó para que pudiera saber que soy indestructible. Pasé por la muerte para realizar que soy inmortal. Sí, lo perdí todo para darme cuenta de que soy todo.
Al principio, Él quería que sintiera Su Presencia; luego me hizo ver Su Presencia; ahora quiso que yo fuera Su Presencia. Ser Dios es el propósito de toda encarnación divina, y todo lo que sucede en el camino es sólo por este único motivo – para hacernos comprender que somos Dios. ¿Qué es Dios? Dios es amor incondicional; Dios es paz sin perturbaciones; Dios es verdad que no cambia. Conocer este amor que nos hace uno con todo, experimentar esta Paz que permanece igual en medio de los altibajos mundanos – esta es la verdad de nuestra Realidad inmutable.
De vuelta en el seminario, nadie nos enseñó que el Cristo estaba dentro de todos y cada uno de nosotros y que podíamos elevarnos a ese espíritu Cristico como lo hizo Jesús. Fuimos llevados a creer que ‘Cristo’ era una prerrogativa personal de Jesús, incluso cuando Jesús mismo enseñaba lo contrario. Jesús confió una vez a sus seguidores: “Lo que yo he hecho, vosotros también podéis hacerlo, y cosas más grandes que éstas podéis hacer”. En otra ocasión, cuando las autoridades religiosas acusaron a Jesús de hacerse igual a Dios, les dijo, según las Escrituras, “Sí, yo soy Dios, pero vosotros también sois Dioses” (Juan 14:12). (Juan 10:34; Jesús estaba citando Salmos 82:6: “Vosotros sois dioses, y todos hijos del Altísimo”).
Sai Baba me hizo saber que el mandato de Jesús: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto” (Mateo 5:48) es alcanzable. Me enseñó cómo despertar el ‘Cristo interior’ y manifestar este poder como una energía transformadora en el mundo. A través de mi trabajo en las aldeas, descubrí que el Amor en forma de servicio es la herramienta más poderosa para recordar a la humanidad su Divinidad inherente.
En el año 2011, cuando Sai Baba dejó Su cuerpo físico, vi que no estaba perturbado en absoluto. A través de los años, Él me había entrenado para experimentarlo como una Presencia viviente. Sin embargo, estaba seguro de una cosa: Su misión estaba incompleta y, así como Jesús “regresó” en la forma del Espíritu Santo para continuar Su obra a través de sus discípulos, estaba convencido de que la Presencia viva de Sai Baba “regresaría” para continuar Su trabajo a través de sus devotos. De cualquier manera que esto ocurriera, seria la elección del Avatar.
Cuando se me dijo, en 2014, que Sai Baba se estaba manifestando en Cuerpo Sutil en las colinas sagradas de Muddenahalli, fui a experimentar por mí mismo la verdad. Durante una entrevista, supe espontáneamente que Él era la misma Presencia viviente que siempre había estado conmigo desde mi niñez. Así como no necesitaba ver el aire para sentir su fuerza vital, no necesitaba ver a Sai Baba, pero sentí Su Presencia como mi “esencia del alma” y, mientras permanecíamos en el silencio, este “yo” (el sentido de separación) naturalmente se disolvió en Su energía, lo cual me hizo Uno con todo lo que es. Durante esa entrevista, Él habló acerca de esta unidad y me dijo que escribiera otro libro con el título ‘Todos Somos Uno’, enfatizando que el propósito principal de mi nacimiento había sido alcanzar esta unidad.
Baba preguntó sobre la salud y el bienestar de nuestros chicos en el hogar de niños en Nigeria, llamándolos por sus nombres nativos y describiendo cómo estaba con nosotros mientras comíamos, orábamos y jugábamos.
A mediados de julio de 2015, Swami visitó amorosamente el hogar de nuestros niños en Su cuerpo Sutil y elevó nuestro centro al nivel de un Ashram, al que llamó ‘Joy Ashram’. Explicó el acrónimo como: J = Jesús primero; O = Otros después; Y = Tú mismo último’. En nuestra Aldea de la Alegría (Joy Village), Él está proporcionando educación gratuita basada en los Valores Humanos a cientos de niños pobres, dando agua potable a los pueblos afectados por la sequía y asistencia social a chicos sin hogar, huérfanos y desfavorecidos. Durante Su visita, instruyó que dentro de un año, se debería construír un hospital de atencion infantil en el Ashram, el que se expandiría a un hospital especializado en unos pocos años.
Sai Baba es una Presencia viva. Mediante Su triple encarnacion, está transformando a la humanidad y elevando nuestra conciencia de ver, sentir y ser su Presencia. Ahora debemos ser el corazón a través del cual Él ama, las manos a través de las que sirve, la boca a través de la que habla, y los ojos a través de los que ve. Volvernos ‘otro Sai’ – ‘Alter Christus’.
Fuente: Sai Vrinda