SAI – EL ALMA DE MI VIDA – por S. Lakshmi

      Comentarios desactivados en SAI – EL ALMA DE MI VIDA – por S. Lakshmi

SAI – EL ALMA DE MI VIDA

por S. Lakshmi

15/3/2009

Alumna del campus de Anantapur de la Universidad Sri Sathya Sai, la señorita S. Lakshmi completó la Licenciatura en Ciencias en 1990. Continuó en el mismo campus durante un año más para obtener su Licenciatura en Educación. Es autora de varios libros en inglés, que incluyen «Un bosquejo integral de la vida de Shirdi Sai Baba» y «Venka Avadhootha». Además ha traducido «Autobiografía de Peda Bottu» y «Revelaciones Divinas», del telugu al inglés. Actualmente, está cursando el doctorado en literatura inglesa en la Universidad Sri Venkateswara.

~

Mi cita con la Divinidad comenzó mucho antes de iniciar mi encuentro con el mundo. Porque mi madre era una ardiente devota de Bhagavan Sri Sathya Sai Baba desde su infancia.Y, mi padre, un devoto seguidor de Shirdi Sai Baba. Tuve mi primer darshan de Swami en Shivam, Su morada en Hyderabad, cuando estaba en el regazo de mi madre, con sólo ocho meses de edad. Swami me bendijo y le dijo a mi madre que estaría en Puttaparthi y que Él me cuidaría.

La fe y el amor por Dios fueron, por lo tanto, dos cosas inculcadas desde mi infancia, gracias a las bendiciones de Swami y a mis dos maravillosos padres. Incluso siendo una niña, amaba mucho a mi padre y, por consiguiente, tenía un gran amor por Shirdi Baba. Mi padre me enseñó a hacer japa (cantando Su nombre) y dhyana (meditación). Shirdi Baba también aparecía en mis sueños y me hablaba. Mi fe en Dios creció al sentir Su presencia constante, lista para guiarme y protegerme.

‘Busca sólo la verdadera bienaventuranza’ – Baba

Cuando terminé la escuela, mi abuelo falleció. Esta fue mi primera experiencia personal con la muerte. El dolor y la angustia de perder a un querido abuelo dejó un profundo vacío dentro de mí, un vacío que buscaba ser aliviado. Recé a Dios por consuelo, para que Él me otorgara comprensión y fortaleza a fin de aceptar la realidad inexorable.

Esa noche soñé con Bhagavan por primera vez. Swami dijo: “Yad Drushyam Tad Nashyam. Lo que vemos con nuestros ojos es evanescente. Lo que no vemos, pero aún podemos experimentar, es real. Entonces, no llores por cosas ilusorias. Alejate de Maya y busca sólo la verdadera felicidad». Más tarde, lo vi yaciendo en una cama en una habitación. En la puerta de la habitación estaba escrito «No. 43». Swami dijo: «¡Ven! Te daré un lugar aquí y te ayudaré a alcanzar la felicidad».

Esa fue Su llamada de clarín para mí. Y simplemente supe que deseaba estar con Él.

Le dije a mi padre que quería postular para la universidad de Swami en Anantapur, mientras que el prefería que yo siguiera Ingeniería.Tampoco quería decepcionarlo, así que también escribí el examen de ingreso a ingeniería. Pasé ambos. Sin embargo, por la gracia de Swami, mi padre acordó enviarme al Campus de Anantapur de la Universidad Sri Sathya Sai. Esto pudo suceder sólo porque Él lo había querido así. ¿Pues no le había prometido a mi madre cuando yo era un bebé?

¡Maravilla de maravillas, el día que me uní a la universidad de Swami en Anantapur, me pusieron en la habitación 43! Apenas estaba saliendo de mi euforia, cuando, en cuestión de minutos, se hizo un anuncio diciendo que Swami nos había llamado a todos a Puttaparthi. Mi alegría no conocía límites. E incluso antes de que supiéramos, estábamos todos sentados en el mandir, aguardando Su darshan.

«Tú y Yo somos uno» – Baba

Esa noche, vi a Bhagavan por primera vez en la santa morada de Puttaparthi. Tan pronto como lo vi salir, comencé a recitar una oración dentro de mi corazón que mi madre me había enseñado de niña: Tvameva mata cha pita tvameva, Tvameva bandhuscha sakha tvameva, Tvameva vidya dravinam tvameva, Tvameva sarvam mama sai deva (¡Oh Señor! Eres mi madre y eres mi padre. Eres mi pariente y también mi amigo. Eres conocimiento y riqueza para mí. Eres mi todo en todo, Oh Señor Sai). Bhagavan vino, se paró frente a mí y dijo: “Tú eres mi madre. Eres mi padre. ¿Qué es todo esto? ¿Quién eres tú? ¿Y quién soy Yo?» ¡Qué declaración! Sólo pude regocijarme en su omnisciencia nectarina y me postré ante Él.

La vida en la universidad era hermosa. Porque aún mientras tomaba lecciones académicas, prescriptas por el programa de estudios de la universidad, Swami, el Director Universal, me estaba enseñando meticulosamente una o dos lecciones del Curso Cósmico, lecciones personales invaluables en conceptos de la Acción Divina y la aspiración por la Rendición. Para compartir una instancia, era muy tímida por naturaleza.Tenía miedo de hablar incluso en un grupo de cuatro personas. Una vez, sucedió que debía dar una charla sobre la oración en el auditorio de la universidad.

Hice todo lo posible para salir de mi difícil situación, pero fue en vano. A medida que se acercaba el día D, mi ansiedad se intensificó y mis oraciones también. El compasivo Señor apareció en mi sueño y dijo: «Tú te presentas.Yo hablaré». En el sueño, Swami me hizo hablar, además me dijo lo que debería decir y en qué secuencia.

Dejando que Dios hable

Me levanté por la mañana, aliviada y emocionada, y anoté todo lo que Swami me había dicho. Huelga decir que la charla sobre oración fue bien recibida, no sólo porque Swami había escrito el contenido, sino también porque había hablado con el reconfortante conocimiento de que no era yo, sino Él quien estaba hablando, que yo era simplemente un portavoz del Flautista Divino. Y eso para mí fue una gran lección de Bhagavan sobre la dulzura de la entrega; que yo era sólo un instrumento en Sus manos, y que Él era el hacedor.

Y si quedaba un pequeño rastro de miedo dentro, Swami lo eliminó por completo, aconsejándome, en otra ocasión. Él dijo: “No eres una bestia para asustar a los demás ni un animal para temer a alguien. Siempre repite, «Soy Dios». Esa declaración de Bhagavan me dio mucha confianza en mí misma. ¡Y uno de sus varios beneficios ha sido exorcizar mi miedo a hablar en público, transformándolo, en cambio, en un ejercicio emocionante de entrega Advaitica!

Las lecciones divinas de Swami no terminaron con nuestra estadía como estudiantes. Continuó entregándonos Su omnisciencia esclarecedora, aún despues de haber completado nuestros estudios y regresado con alegría para asistir al Curso de Verano sobre Cultura y Espiritualidad India. De hecho, Swami mismo nos había invitado, a los estudiantes egresados, al Curso de Verano, que dijo actualizaría nuevamente a partir de ese año. El año fue 1991.

Durante el Curso de Verano, por las tardes, Swami pasaba por nuestro comedor, atravesaba una puerta particular hacia el albergue de chicos, comía allí y regresaba por la misma puerta.Todos nos apresuramos a sentarnos cerca de esa puerta, ya que Swami generalmente hablaba con la primera chica sentada allí, haciendo preguntas como, «¿Qué tal el curry? o «¿Está todo sabroso?» o «¿Estás comiendo en la primera division o en la segunda?» y así. Motivada por el frenesí Divino, yo también me apresure a ocupar esa posición codiciada y asegurarme el primer lugar.

¡Él sabe incluso del Rasam!

Un día, noté que el rasam (una guarnición del sur de la India) parecía agua del grifo rociada con ají en polvo. Sin embargo, cuando me senté a almorzar, lo encontré tan sabroso que me lamí los dedos. Ese día, me perdí el primer lugar y fui segunda en la fila. En poco tiempo, Swami vino y le preguntó a la primera chica: «¿Cómo fue el curry hoy?» Ella respondió: «Rajma» y Swami bromeó: «¡Oh Rajmatha!» Me senti mal ya que Él no me hablaría ese día.

Los buenos viejos días de darshan

Apenas se me había pasado por la cabeza la idea, Swami, que ahora estaba parado frente a la tercera niña, se volvió y me preguntó: “¡Oye! Rasam Kaisa Hai (¿Cómo estuvo el rasam)?” Inmediatamente dije: «Muy sabroso Swami». Swami hizo una mueca traviesa y dijo pícaramente: “¡Agua del grifo! ¡Ají molido!» ¡Sabía lo que pensaba en mi corazón, las mismas palabras! Aprendí la satisfactoria lección de nunca criticar la comida ni siquiera en mis pensamientos. La comida era Dios, y criticarla equivalía a criticar a Dios. ¡Si lo hiciera, Él lo sabría al instante! Porque no había nada que uno pudiera esconder al omnisciente Bhagavan.

Cuando terminé los estudios en junio de 1991, tuve la suerte de ser seleccionada por Swami, entre otros diez, para trabajar en su Hospital de Super Especialidades en Puttaparthi, que se inauguró en noviembre de ese año. Swami nos dio una entrevista y luego nos envió a Brindavan para someternos a un programa de capacitación de cuatro meses en varios hospitales en Bangalore.También organizó la comida y el transporte. No sólo eso, nos dijo que vendría personalmente a ver cómo progresábamos con nuestro entrenamiento, y también nos pidió que le escribiéramos cartas una vez por semana.

Así fue que las diez que eramos nos alojamos en una espaciosa cabaña.Teníamos un gran salón para dormir y también una habitacion para guardar nuestras pertenencias. La sala tenía dos ventiladores funcionando a toda velocidad, y dormí justo debajo de uno de ellos.

Un increíble rescate de las aspas giratorias

Una noche en que estaba profundamente dormida, soñé que algo me estaba cayendo, mientras repetia el nombre de Swami. Entonces, mis amigas trataron de despertarme y me levanté preguntándome por qué tenían que perturbarme de un sueño profundo. Fue cuando me di cuenta de que el ventilador realmente había caído sobre mí. Había sentido como una sensación cálida pero no había pasado nada más. En cambio, parecía que el ventilador había soportado la peor parte de la caída. Dos de las aspas estaban dobladas en forma de L, mientras que la otra estaba recta.

Por otra parte, el ventilador se veia dispuesto cuidadosamente, como para evitar lesionar mi cuerpo. De hecho, yo era la única que no había escuchado nada.Todos nuestros vecinos vinieron corriendo cuando oyeron el ruido sordo. Dijeron que debería dar gracias al Señor por salvarme la vida. Pero tomé el incidente por sentado, y no agradecí a Swami ni lo mencioné en mis cartas semanales a Él. En cambio, dormí como siempre, tranquila, sin pensar en todo el episodio.Y, durante un período de tiempo, me olvidé por completo de lo sucedido.

Unas semanas después, Swami vino a Brindavan. Nuestro programa de entrenamiento era tal que una camioneta vendría a recogernos del ashram y nos llevaría a la ciudad a las 6.30 a.m. en punto.Y volveríamos al ashram alrededor de las 6 de la tarde. Eso significaba que perderiamos los darshans de la mañana y de la tarde.

Aunque estábamos viviendo en el ashram, justo detrás de la residencia de Swami, no pudimos verlo por dos días. Nuestros corazones anhelaban el divino darshan.Y vertimos nuestros sentimientos a Él a través de cartas en las que le reprochamos por no mirarnos, no hablarnos, no preocuparse por nosotras, etc. Incluso citamos una canción Brindavanam adi andaridi govindudu andari vadene (el Krishna de Brindavan es de todos). Pero reprendimos a Swami como significando que Él pertenecia a sólo unos pocos.

Al día siguiente, estábamos desesperadas por tener el darshan, aún cuando eso significara perder nuestra visita al Hospital. En aquel momento oramos intensamente para que nuestra camioneta no apareciera y nos llevara. El misericordioso Bhagavan detuvo el movimiento del vehículo en algún lugar, ya que aún a las 8.30 a.m., todavía no había señales de la camioneta. Mientras tanto, la música del darshan había comenzado. Entonces, solicitamos a una dama voluntaria que nos permitiera sentarnos cerca de la puerta. Esta puerta es exactamente opuesta a la que Swami usa para salir a dar darshan. Sólo había animales jugando cerca de nuestra puerta. Sabíamos que Swami nunca miraría hacia nuestro lado, pero nos sentiamos maravilladas de poder verlo, al menos, desde esa distancia.

«Siempre estoy contigo, en ti, a tu alrededor, encima de ti, debajo de ti»

Mientras nos hallabamos sentadas observando a los conejos y los ciervos, Swami salió y nos miró. Estábamos encantadas de que nos hubiera notado desde esa lejania. Luego pasó al otro lado de la puerta de Trayee para dar darshan y le preguntó al voluntario: “¿Por qué hiciste que Mis niñas se sentaran cerca de esa puerta? Son mis hijas, y deberían estar sentadas en el césped V.I.P». Ese era el amor de Swami por sus alumnos, Su propiedad.

Después del darshan, el voluntario vino a nosotros transmitiendo este mensaje de Swami, y nos pidió que estuviéramos preparadas a las 2:30 p.m. para el darshan de la tarde. Estábamos emocionadas más allá de las palabras. A la hora señalada, todas estábamos listas para tener una visión más cercana de nuestro amado Señor.Tan pronto como vino, Bhagavan preguntó: ¿Dasavatharalu, Bagunnara? (¿Cómo están, diez encarnaciones?) Respondimos que todas estábamos bien por Su gracia. Swami luego me preguntó: «¿Por qué no fuiste al hospital hoy?»

Respondí, diciendo: «Swami, por Tu Gracia, la camioneta no vino, y estamos disfrutando de la fortuna de Tu darshan». Swami luego tomó algunos granos de arroz de uno de los platos de mi amiga y lo bañó en mi cabeza, diciendo: “La Gracia está allí. Si no, cuando cayó el ventilador, tu cuello habría sido cortado. Has escrito esa canción de Brindavan y también que Swami no te habla, no te mira y no se preocupa por ti. Si no estuviera siempre contigo, ¿quién crees que te protegió? ¿Es posible doblar las aspas del ventilador en forma de L? Continuó, indicándome: “Estabas durmiendo como un búfalo, sin molestarte para ver si las tuercas y los pernos estában ajustados o no. Nunca digas que Swami no está contigo. Siempre estoy contigo, en ti, a tu alrededor, encima de ti, debajo de ti.

No abrí la boca después de eso. Estaba agradecida al Señor por darme una nueva vida. Entonces decidí que esta vida dada por Él debería ser vivida sólo para Él.Y desde ese día, dejé de dar las cosas por sentado y comencé a agradecerle por cada asunto en mi vida. En verdad, una gran lección de gratitud.

En otra ocasión, Swami visitó el Hospital y preguntó de la nada: «¿Dónde está el prana (fuerza vital)?» Cada una dio una respuesta diferente. Pero Swami no estaba satisfecho. Finalmente, Él mismo dio la respuesta correcta, «Neelatho yada madhyastha vidhyulekhe va bhasvara … como una llama azul de luz, el prana se mueve entre el noveno y el decimocuarto anillo de la columna vertebral. El corazón es solo el interruptor principal. Si esta llama azul está apagada, ya no hay vida». Una lección muy vital, de hecho, del Médico Divino.

Swami tenía las respuestas correctas. Pero, en ningún momento, enfatizó que Él lo sabía todo. Desde que nos capacitamos en una institución contra el cáncer en Bangalore, Bhagavan llamó a los médicos para una entrevista. Preguntó al grupo de médicos qué causaba el cáncer. Hubo respuestas genéricas como «tabaco» y «fumar», pero Swami no estaba contento con las respuestas. Luego dijo: «Los niños no fuman, pero contraen cáncer. Todos ustedes han aprendido. Saben mucho en este campo. Pero, en mi opinión, el cáncer es causado por el azúcar». Aquí estaba el Señor, el Especialista Supremo, degradandose ante un grupo de cirujanos y especialistas. Muchos de ellos no eran devotos. Probablemente, esa fue la razón por la que Swami usó las palabras, «en mi opinión».

Las lágrimas brotaron de mis ojos. Swami siempre dice, «Habla amablemente. Es posible que no siempre puedas complacer a una persona, pero siempre puedes hablar con amabilidad». Y aquí estaba, hablando con tanto amor y preocupación por todos. ¡Otra lección importante que Bhagavan demostró ante mis ojos!

La última lección llegó durante una entrevista cuando me preguntó el significado de mi nombre Lakshmi.Yo respondí: «Diosa de la riqueza». Swami luego aclaró: «No. Hay mucho más que eso. La palabra Lakshmi proviene de la palabra raíz «Lakshma», que significa «una huella o copia». Lakshmi es un signo o copia de Narayana, es decir, el Señor. Si hay una foto de Swami y la dibujas o haces una copia, alguien que la vea entenderá que es de Swami. Del mismo modo, tu vida debe ser como una señal o simbolo de la existencia de Dios. Al verte, otras personas deberían saber que Dios existe. Pase lo que pase, tu fe no debe desintegrarse.

Mi vida, desde entonces, ha sido un esfuerzo por estar a la altura del ideal que Swami mismo trazó para mí.

¿Por dónde empezar y cómo concluir las interminables historias de Su gloria infinita? Sólo puedo decir con la mayor gratitud y confianza: Lo que soy hoy, se lo debo Él. Sin Él soy un cero. Él siempre me guía, me cuida y me protege como la niña de Sus ojos. Cada segundo siento Su presencia. Porque, ¿no es Él, el morador interno de todos y cada uno de nosotros, quien está sosteniendo las riendas de nuestras almas y nos está conduciendo por el camino de la vida?

Fuente: Radio Sai Listeners’ Journal – Marzo 2009