EL EGOTISMO CAUSA LA FALTA DE PAZ
por Sri Sathya Sai Baba
El hombre crea y desarrolla en su persona una abundante variedad de hábitos y actitudes egotistas que le causan gran descontento. El impulso para todo esto proviene de la obsesión por el poder, el ansia de acumular autoridad, dominación y mando, la ambición de cosas que nunca pueden ser eternas y completas. En verdad, es imposible para el hombre alcanzarlas hasta el nivel de no desearlas más. La omnipotencia pertenece solamente al Señor de todo lo que existe. Una persona puede sentirse ensoberbecida al llegar a ser maestro en todas las artes o propietario de todas las riquezas o poseedor de todo el conocimiento o depositario de todas las escrituras sagradas, pero, ¿de quiénes obtuvo todas estas cosas? El hombre debe ser verdaderamente más grande. Aun puede proclamar que obtuvo todo esto a través de sus propios esfuerzos, su trabajo y su afán. Pero con toda seguridad alguien o algunos se lo dieron a él en una u otra forma. Esto no puede negarlo. La fuente de quien toda autoridad y todo poder se origina es el Señor del Universo. Ignorar esa omnipotencia, engañándose uno mismo de que el poco poder que se ha adquirido es de su propiedad, esto verdaderamente es egotismo, vanagloria, orgullo (ahamkara).
Si una persona es un vehículo genuino de poder, puede ser reconocido por las características de verdad, benevolencia, amor, paciencia, dominio de sí mismo y gratitud. Donde todas estas moran, el egotismo no puede subsistir, no tiene lugar. Por lo tanto, traten de desarrollarlas.
La refulgencia del Alma (Atma) es oscurecida por el egotismo. Por consiguiente, si se destruye este, todas las penas terminan, todo el descontento desaparece y se logra la bienaventuranza. Como el Sol es oscurecido por la niebla, el sentimiento de egotismo cubre la felicidad eterna. Aun si los ojos están abiertos, una pieza de tela o cartón pueden impedir que la vista funcione efectiva y útilmente. Del mismo modo, la pantalla del egotismo impide al hombre ver a Dios, quien en verdad está más cerca de él que cualquier otra cosa. Muchos aspirantes y monjes, como así también aspirantes espirituales y ascetas, han permitido que se les escapen a través del apego a su ego todas las excelencias ganadas en largos años de lucha y sacrificio.
Por ello, el poder sin la bienaventuranza de la realización de Dios es un muro sin cimiento. La simple erudición no es de ninguna utilidad; los Vedas, los Upanishads y los Sastras son doctrinas para vivirlas y practicarlas diariamente; de esta manera, sin esta práctica, cualquiera sea la riqueza de las palabras, cualquiera sea el nivel de erudición, todo es un colosal desperdicio. Para traer a la vida diaria de cada uno de nosotros las enseñanzas de los Vedas, Upanishads y Sastras, tenemos que poner fin al sentimiento «yo sé» y abrir los ojos a la esencia real, introspectivamente. Entonces, se puede lograr indefectiblemente la bienaventuranza.
El calendario meteorológico puede indicar que caerán diez unidades de lluvia, pero si el calendario es doblado diez veces y comprimido, ni una sola gota de lluvia podrá ser extraída. El propósito del calendario no es dar lluvia sino únicamente información acerca de la lluvia y de su volumen. Sus páginas no contienen las diez unidades de lluvia. La lluvia está en las nubes, arriba. Así también, los Sastras (Escrituras) dan solamente información acerca de las doctrinas, axiomas, reglas, normas y deberes. El carácter sublime de los Vedas, los Upanishads y los Sastras es que dan instrucción sobre los métodos para lograr la paz y la liberación. Pero ellos no están saturados con esta esencia de bienaventuranza para que uno pueda cosecharla al comprimir los textos. Uno tiene que descubrir el sendero, la dirección y la meta como se describen en ellos; entonces tiene que caminar por el sendero, seguir la dirección y alcanzar la meta. Si, a pesar de esto, la conciencia del «yo» produce el presuntuoso «yo sé todo», una caída es inevitable; el engaño causa la muerte. El secreto de la salvación yace en la comprensión de este peligro; el renacimiento es inevitable si el peligro no es advertido.
Si conscientes de todo esto, se sumergen en la práctica espiritual, el mundo y sus preocupaciones no los afectarán. Solamente cuando están lejos de esta verdad es que sufren dolor y experimentan fatiga. A cierta distancia de los comercios uno escucha un enorme bullicio confuso. Pero si nos acercamos y caminamos por ellos, podremos distinguir claramente cada uno de los regateos. Asimismo, hasta que conozcan la realidad del Alma Suprema (Paramatma) están abrumados y aturdidos por el bullicio del mundo, pero una vez que penetran profundamente en el dominio del camino espiritual, todo se vuelve claro y el conocimiento de la realidad despierta dentro de ustedes. Hasta entonces serán cautivos del ruido inútil de la argumentación, la controversia y el exhibicionismo.
Fuente: del libro Sobre el Amor (Prema Vahini, Capítulo 9)