EL DIOS DE LAS PEQUEÑAS COSAS
por Sri B N Narasimha Murthy
Julio 28, 2016
La semana pasada, vimos cómo grandes triunfadores como Isaac Tigrett, Sachin Tendulkar y Sunil Gavaskar han tenido importantes logros en el mundo material debido a su conexión con Bhagavan. Es muy claro que sin esa conexión interna y Su voluntad, no podemos lograr nada. Entonces, debemos poner nuestros esfuerzos y dejar el resto a Swami; Él se encargará de los resultados. Y para el individuo, ya sea que el resultado sea bueno o malo no importa, pues la actividad se vuelve espiritual y una ofrenda a Dios. Es ese sentimiento con el que ofrecemos nuestros asuntos de trabajo a Swami, mucho más que nuestros éxitos materiales.
Me gustaría recordar un incidente en el que Swami reconoció tal esfuerzo, que se hizo como una ofrenda a Él. Cuando yo era el Director de la residencia estudiantil (Warden) en Prashanti Nilayam, Bhagavan una vez distribuía relojes a los estudiantes en el Mandir. De repente, detuvo la distribución, pidió Su auto y salió. Despertó nuestra curiosidad saber por qué tan súbitamente hizo esto. Pero cuando llegamos a conocer los antecedentes, nos sentimos conmovidos.
Hubo un chico que quedó en el albergue porque no podía caminar debido a una lesión en la pierna. Por eso estaba allí. El niño, solo en el albergue, estaba derramando lágrimas – «Swami, estás dando relojes a todos; lo sé, pero yo estoy aquí». Conocía la difícil situación de este niño y, por ello, le había asignado otro chico para que lo cuidara. Este muchacho necesitaba ayuda con todo, incluida la atención a las llamadas de la naturaleza. Pero el chico que lo estaba ayudando, cuando supo que Swami estaba entregando relojes, salió del albergue y vino al Mandir, ya que quería obtener el reloj directamente de Sus manos. Si bien esto era comprensible, desde la perspectiva del cuidador, había abandonado su trabajo dejando solo al niño impedido.
El niño lesionado, solo en el albergue, experimentaba la urgencia de ir al baño y luchaba por caminar. En ese momento, Swami estaba distribuyendo los relojes. ¡Pero nuestro omnisciente Señor, percibió el apuro del niño, detuvo la tarea a mitad de camino y pidió que Su auto fuera hasta el albergue del niño! Cuando llegó al albergue, el chico estaba intentando ir hacia el baño. Swami se acercó a él, lo hizo pararse, puso el brazo alrededor de los hombros, lo llevó al baño, lo esperó afuera y lo trajo de vuelta. ¿Alguien haría esto? Incluso un padre físico podría no hacer esto cuando está en medio de un trabajo importante. Como seres humanos, todos tenemos nuestras limitaciones. Es por eso que Swami resuena con el dolor de Sus estudiantes.
Él siempre actúa así. Como Director, he sido testigo de esta dispensación de amor muchas veces. A menudo me llamaba y les preguntaba a los niños, «¿Cómo estuvo la comida hoy, muchachos?» Los niños me miraban a la cara y decían, «Swami, la comida es buena». Swami decía, «No miren a su director, diganme la verdad». Estaban en un gran dilema naturalmente. Entonces preguntó, «¿Qué desayunaron esta mañana?» Ellos dijeron: «Swami, idli y vada». «¿Cuántos idlis?» «Cuatro idlis y dos vadas». «Conozco esos idlis; son así de grandes», dijo mostrando el tamaño de los idlis con Sus manos. «Tan pequeños, sólo un bocado, y los engullirán». Luego les preguntaba, «¿Cómo es el chapathi?» Ellos dijeron, «Swami, es bueno». El dijo, «Estoy observando cómo remueven los bordes del chapati porque es como cuero y sólo comen lo que está en el medio». «Sé lo bueno que es su sambar. No hay diferencia entre sambar y rasam. La cuajada es más delgada que el suero de leche». Estaba al tanto de todo lo que sucedía en el albergue, ¡y ese era Su amor por Sus estudiantes!
Estoy compartiendo todo esto debido a mi alegría porque Bhagavan está muy presente, el Señor del Universo que ha creado este Universo está justo entre nosotros, sentado aquí en Su forma sutil y cuidando de todo.
Tuve la gran oportunidad de servirlo cercanamente por más de 50 años. Swami no es más que la encarnación del amor y la compasión. Mientras escribo, mis ojos están húmedos de lágrimas de gratitud. Entonces, tengo que hacer una pausa en este momento, con mis emociones tomando lo mejor de mí. Puede que tenga 70 años, pero para Swami, todavía soy Su hijo y sigo anhelando Su amor y cuidado como lo haría un verdadero niño. Y Él nunca me ha decepcionado.
Con eso, cierro esta narración. Espero compartir unas pocas más de tales experiencias tan encantadoras, que sólo el Señor puede proporcionar. Hasta entonces, mis sinceras plegarias para todos y cada uno.
Fuente: Sai Vrinda