EL GITA DE SAI BABA: Sobre los verdaderos sabios y los falsos Jnanis
Capitulo X
«El jñani (sabio espiritual) no se deja dominar por las dualidades de la alegría y de la tristeza, de la victoria y de la derrota, de la ganancia y de la pérdida. Está libre de los opuestos. Desprecia el odio y nunca se deja invadir por él. Tanto la propia forma (svarupa) como la propia naturaleza (svabhava) del Alma garantizan su inmunidad. Está libre de todas las ataduras. No recibe influencia de nada que no sea el Alma. No tiene ni nacimiento ni muerte, ni hambre ni sed, ni pesar ni duda. El hambre y la sed son cualidades del prana (el aire vital); el nacimiento y la muerte son características del cuerpo; la tristeza y el desengaño son aflicciones de la mente. Por lo tanto, Arjuna, no les des ninguna categoría; sabe que tú eres el Atma; abandona toda ilusión y vuélvete desapegado. Sé como la hoja del loto en el pantanoso lago de la vida (samsara); no dejes que te ensucie el lodo que te rodea. Esa es la señal que lleva el que está libre de ataduras: está en el mundo, y, sin embargo, fuera de él. Sé como la hoja del loto, no como el poroso papel secante que se mancha con cualquier cosa que lo toca.
Capitulo XIII
La devoción del jñani es lo que se llama devoción directa (sahajabhakthi). La devoción de los otros puede llamarse devoción derivada (gunabhakthi), indirecta. El sabio (jñani) conoce al Señor como a su propia Alma; su devoción es de apego o afecto hacia el Señor, hacia lo Uno (anubhakthi). El afecto hacia lo venerable es devoción, dijo Krishna. El jñani se vuelve así como resultado de los merecimientos acumulados a través de muchas vidas. No es un estado que pueda lograrse al momento, ni puede obtenerse en las tiendas pagando un precio. No es una mercancía vendible. Es la culminación del esfuerzo espiritual practicado en muchas vidas. Es de desear que se gradúen muchos médicos bien preparados para curar a tanta gente enferma. Pero sólo podrán lograrlo después de muchos años de estudio y de experiencia; si personas incapaces empezaran a recetar y a operar en los hospitales, lo más probable es que matarían en vez de curar. Así también, alguien que hoy es un sabio puede hacer pensar en los años y años de práctica que lo llevaron a esa altura. La herencia de los impulsos espirituales de nacimientos anteriores también es una ayuda para su esfuerzo.
Hoy día todo tipo de gente se hace llamar jñani o sabio. No saben quizás, que un jñani está marcado con ciertas características. La señal que prueba su autenticidad es, desde luego, su declaración, basada en su propia experiencia, de que «Vasudeva lo es todo» (Vasudevasarvamidam). La firme asimilación de esta experiencia es la verdadera señal del jñani. Por Vasudeva aquí quiere indicarse a Aquel que ha hecho de todos los seres Su hogar, Su morada. Sólo quien percibe al Señor en todos los seres merece ser llamado jñani o sabio. En cambio, si otros se hacen llamar jñanis sólo lo serán de nombre. No tienen la experiencia genuina del conocimiento. ¿Qué cosa, exactamente, es ese conocimiento (jñana)? Es la posesión de aquello que hace posible tener el conocimiento de todo y que, por ende, permite prescindir del conocimiento de todo lo demás.
Esta es la altura que alcanza el sabio (jñani). Por otro lado, nadie puede sostener que es un jñani sólo por haber aprendido de memoria unos cuantos versos (slokas), por haber leído por encima unos cuantos libros, o por haber subido a los estrados con otros diez y haber dado conferencias durante horas con pleno orgullo de su erudición desenrollando frases tediosas (como un prestidigitador y su bola de hielo), con lo que antes había engullido. Hoy contamos con un crecido número de tales autotitulados sabios que andan por doquier. Su vestimenta es ocre, pero su corazón es como el de un ogro . Pues bien, ¿cómo pueden las piedras ordinarias brillar como gemas? No todas las piedras son preciosas. ¿Quién será el que considere una simple piedra como una gema? Sólo los tontos podrían engañarse así, si no conocen ni a la una ni a la otra.
Sri Krishna dio en el Gita el rey de los mantras, «Vasudevasarvam» (Dios está en todo) sólo para contrarrestar la influencia de esos seudo jñanis cuyo surgimiento previó. Ese solo mantra es suficiente para salvar a toda la humanidad. Ese es Su don indirecto… considérenlo como tal y concéntrense en él y en su significado. Ese es el más alto bien; ésa es la meta más elevada. Las seis sílabas de que consta pueden por sí solas hacer que las vidas humanas valgan la pena. Muchos hay que, aunque totalmente carentes de la siempre presente experiencia interna de esas palabras, se han autotitulado Mahatma, Jagadguru, Bhagavan, Paramahamsa, Jñani, Thyagi, Ananda, etc.; y que, aunque falsos, son aceptados por algunas personas como auténticos. Nadie les confirió esos títulos; fueron escogidos y adoptados por sus actuales poseedores y usados como plumaje para atraer la atención de la gente. No son genuinos y el encanto que producen se desvanece bien pronto. Su aspecto exterior es el del renunciante, pero el interior está demasiado lleno de deseos. Externamente, la forma es de Yoga, pero internamente sufren una enfermedad (bhoga). Todos los nombres que adoptan hablan de Bienaventuranza, pero ellos sólo andan rondando por los callejones. Sus palabras son como la miel, pero sus actos son sensibleros y a veces ridículos. Un jefe de familia que esté sumergido en los deberes cotidianos que su estado de vida le impone es superior espiritualmente a esos especímenes disfrazados de renunciantes y de yoguis.
La razón principal de la declinación de la cultura de la India, de su antiguo modo de vivir y de su rectitud moral, es precisamente ésta: el mal perpetrado por tales impostores. La fe en Dios ha declinado por la misma razón. Aconsejan el renunciamiento pero anhelan el lujo; glorifican la moralidad y obran a través del odio. Esta conducta ataca la raíz misma del ascetismo e inevitablemente hace que se precipiten a la ruina. Donde las palabras y los actos no están coordinados, ahí no hay vestigio de verdad.
Sin embargo, los jefes de familia sí se aferran a la verdad con mayor o menor tenacidad. Hay muchos entre ellos que están desprovistos de odio, que son de corazón puro e inmaculado y que caminan por el sendero de la moral y la virtud. Pero vemos que los renunciantes y los yoguis que desfilan como tales están llenos de todos los tipos posibles de odios y de todas las manifestaciones del deseo. Caen en la trampa que éstos les preparan para atraparlos. El egoísmo, la envidia y el exhibicionismo… acaban con todos los esfuerzos del aspirante. Por tanto, los buscadores y los devotos deben estar siempre alertas; deben mantenerse apartados de todos estos rasgos indeseables y tratar de crecer en la contemplación de la gloria de Dios y en la práctica de la moral, esforzándose afanosamente por experimentar la auténtica Bienaventuranza, la que deberán compartir después con el mundo. Eso establecerá la paz y la prosperidad mundial.
Krishna se refería a esos sabios (jñanis) verdaderos cuando dijo que el mundo brillará esplendorosamente a través de los sabios (jñanis). Un hombre sin conocimiento es como un hogar sin luz.
Sri Sathya Sai Baba
Gita, Un Torrente de Sabiduría